El escritor, el poeta, se sienta ante la página en blanco. Está decidido. A su alrededor, tal cual, sin ordenar, el caos originario. Y quiere sistematizar la cosa. Explicarse a sí mismo en su entorno. Y poco a poco, subido al tiempo que pasa ineluctablemente, va componiendo su re-creación a través de la escritura. Y va proporcionándose a sí mismo, y también quiere que sirva para los demás, una respuesta, una cierta solución al enigma de la existencia que columbra, a través del fulgor de los días ardidos. Entre estas luminarias, la rosa aparece con sus pétalos encendidos en algunos versos. A José María Piñeiro creo que me lo presentó el Coordinador Académico de la Cátedra Arzobispo Loazes ante la entrada de la Sala Villanueva, en 2013, cuando dio a conocer su Profano Demiurgo. Tengo referencias de su trayectoria como escritor, artista e impulsor de Empireuma , revista que ha llenado una parte importante del ámbito cultural oriolano durante las últimas décadas. Me leí su Profano hace
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