El barro, Miguel, se siente no correspondido por la amada, pese a todos los intentos amorosos que hace. Al final del poema el poeta omnisciente, muy despechado, lanza una serie de imprecaciones hacia la chica. Y termina con una amarga profecía, de tono claramente bíblico.
Teme que se levante huracanado
del blando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.
Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.
Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de los mismo.
Fin (por ahora)
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