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La escoba de Miguel Hernández

LA ESCOBA. INVITACIÓN A LA LECTURA EN EL LXXII ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Artículo publicado en marzo de 2014

El poema "ASCENSIÓN DE LA ESCOBA",

Coronad a la escoba de laurel, mirto, rosa.
Es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.
Para librar el polvo sin vuelo de cada cosa
Bajó porque era palma y azul, desde la altura.

Su ardor de espada joven no reposa.
Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,
Azucena que barre sobre la misma fosa,
Es cada vez más alta, más cálida, más pura.

Nunca: la escoba nunca será crucificada,
Porque la juventud propaga su esqueleto
Que es una sola flauta muda, pero sonora.

Es una sola lengua sublime y acordada.
Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieta.
Y asciende una palmera, columna hacia la aurora.

crecía sobre la pantalla en que proyectabas imágenes ilustradoras de una conferencia, «La necesidad de difundir los valores de la huerta: una propuesta de Centro de Interpretación». Proponías crear un Centro de Interpretación de los cañares del Bajo Segura para interpretar el paisaje comarcano.

 Tratabas de trasladar a los asistentes el inventario y la catalogación de los elementos culturales que había producido la relación hombre-cañaverales. Antes de llegar a la escoba, habías hecho desfilar por la pantalla el caliche, juego de inmutables reglas; el alzador de la tendida de la ropa, auxiliar imprescindible de las lavanderas del pasado; el cogebrevas, teleartilugio para alcanzar los frutos que escapan al alcance de las manos; la flauta de lengüeta y tres agujeros; la siringa confeccionada con canutos desiguales cortados en un viejo cañar; el cartucho contenedor de médulas de caña; el soplador de garrofines… Y llegaste a la escoba como elemento material de la cultura huertana y universal. Y en vez de dar una ficha, quisiste transmitir la idea que de la escoba formuló Miguel Hernández.

Cuenta Eutimio Martín, en El oficio de poeta. Miguel Hernández, excelente biografía del oriolano, a través de una entrevista con Luis Rodríguez Isern, la génesis del poema «La ascensión de la escoba». Pues, Señor, estando el autor de Viento del pueblo en la cárcel de Torrijos, 1939, fue castigado a barrer el patio de la prisión. Fruto de ese castigo fue su definición de la máquina de barrer. Leíste el poema al auditorio. La escoba, el héroe, bajó desde la altura, palma y cielo, para sacudir el polvo de las cosas. Pasaste al segundo cuarteto y viste salir de los versos una metáfora guerrera y reivindicativa de la escoba: una espada joven, ardiente, delgada, ansiosa, refulgente, cada vez más pura, cálida y alta que, como una azucena, barría el suelo de la tumba-cárcel. La poesía es un arma de futuro, Celaya. La escoba es una espada joven, decía el poeta desde unos renglones escritos sobre un papel humilde. El primer terceto es elocuente. La escoba no será crucificada jamás, pues será empuñada por la juventud, como si fuera una flauta muda pero sonora. La cosa de los contrarios a la vez, tan manejados por el poeta a lo largo de su obra poética. Y el final de la emocionada composición: como una lengua pura, espanta el polvo quieto, quizá acumulado desde hace siglos, que asciende hacia la aurora como una palmera. ¿O lo que asciende hacia la luz es la escoba que sube sobre el hombro del barrendero, con la palma hacia arriba, al terminar la faena?

Terminaste de leer el soneto. Y tenías que hacer llegar al público la liaison entre los cañares de la huerta y la escoba hernandiana. Presten atención a los materiales con que confecciona el poeta la escoba. Y la pantalla subrayó en rojo los versos 4, 12 y 13, donde reside el juego de adivinanzas que siempre practicó el escritor a la luz de su concepto de poesía. ¿Qué es la escoba? «Bajó, porque era palma y azul, desde la altura.» La palma de la palmera, está claro. «Que es una sola flauta muda, pero sonora.» Pues la caña. «Es una sola lengua sublime y acordada.» Lengua acordada, atada la palma a la caña con cordeta de esparto. Pues bien, ya están catalogados los materiales con que Hernández fabricó el artefacto barredor: palma y caña, la huerta; esparto, la sierra, el campo. Cuánta influencia de la escuela de Vallecas en el poema por obra y gracia de Maruja, de Alberto el vehemente, de Benjamín. Pero seguías barriendo con la escoba de Miguel. El poema seguía en el muro, pero esta vez matizado de azul. ¿Es posible que el poeta utilizara recursos aprendidos en sus años más jóvenes? Seguro. Atención. Encontramos, por entre los versos, desde el punto de vista literario, una coronación pero no de espinas, una bajada desde el cielo, en realidad una descensión, una no crucifixión, una ascensión. Y es posible sugerir otro misterio: la autoencarnación de Miguel en los humildes, en los vencidos, en una escoba.

          Y de esta manera intentabas interpretar el paisaje huertano de los cañares del pasado y del palmeral actual. Seguiste referenciando el amplio catálogo de la caña y los cañares. Ahora venían el zarzo, un ejemplo extraordinario del tejido cañero; la almajara, un plantel de primor; la barraca… Pero seguías a vueltas con la cosa de la escoba. Y te venía a la memoria otra definición sobre la escoba expuesta cinco años antes en un artículo, «MONARQUÍA - de luces», publicado en La Verdad de Murcia, el 1 de mayo de 1934. En ese artículo describía el ajetreo de los carros que iban llevando cargas de palmas y de cañas desde la huerta al almacén de la Virgen, situado frente a su casa, en la calle de Arriba, del que «salen la palma y la caña, dos ejemplares de significada vida de rectitud, de elevación, bajas, desconocidas, brochas de limpieza, con sus dos nombres puros, caña, palma, resumidos en uno sucio: escoba».

Coronad a la escoba de laurel, mirto, rosa.
Es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.



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