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ALBERTI Y HERNÁNDEZ: UNA ÉGLOGA FÚNEBRE

 ÉGLOGA FÚNEBRE A TRES VOCES Y UN TORO PARA LA MUERTE LENTA DE UN POETA [1942]


Primero vino al mundo Antoine en Lyon, a orillas de un gran río que va a morir al Mediterráneo, era 1900. Y murió sobre el azul marino luchando contra el fanatismo nazi, en 1944, cercana ya la Segunda Guerra Mundial a su final. Miguel nació en Orihuela, junto a un meandro del Bajo Segura, en 1910. Y murió, lo murieron, tras las rejas negras y frías de una cárcel de Alicante, también a un tiro de piedra del Mediterráneo, asombrado por cinco palmeras generosas que trataban de escapar a todas horas de un oscuro patio de la prisión, datileras que todavía siguen vivas estos días. Una cárcel, juzgado ahora, en cuyo muro se homenajeó, en 1976, gran mural mediante, a los tres poetas del sacrificio. Al pie del mural un rótulo gritaba, contundentes mayúsculas, HOMENATGE ALS POETES DEL SACRIFICI-, pintura sobre piedra que profundizaba en la herida de la memoria. El retrato de Antonio a la izquierda del espectador; en el centro, Federico; a la derecha, Miguel. Ensimismados los tres, mirando cada uno discretamente hacia su interior. Y, entre cuatro versos de García Lorca y cuatro versos de Hernández, un héroe desnudo, alegoría del sacrificio.

El héroe, apoyada la espalda en los versos de Lorca, se desangra corneado por una lira –afiladas astas de toro- que suena en esos momentos. Sangre que chorrea hasta el suelo. Uno de los cuernos le ha entrado por el pecho, directo al corazón, con salida por la carótida. La postura heroica, la forma fuerte y contundente, recuerdan, de alguna manera, la del Doncel de Sigüenza y la del Adán miguelangelesco de la bóveda de la Capilla Sixtina. La cara está oculta en parte por el codo derecho, mientras la mano izquierda pulsa las cuerdas, ya de manera destemplada por tanto dolor que se agrupa en su costado. Es posible ver reminiscencias del Guernika picassiano. Los cuatro versos de Hernández sobre fondo rojo gritan:

Soy una abierta ventana que escucha

por donde ver tenebrosa la vida

pero hay un rayo de sol en la lucha

que siempre deja la sombra vencida.

Versos que forman la estrofa final del poema de su “Eterna sombra”, composición que comienza diciendo:

Yo que creí que la luz era mía

precipitado en la sombra me veo.

Ascua solar, sideral alegría

ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Los versos de Lorca, sobre fondo amarillo:

El poeta es un árbol

con frutos de tristeza

y con hojas marchitas

de llorar lo que ama.

Poema que sigue en el papel:

El poeta es el médium

de la Naturaleza

que explica su grandeza

por medio de palabras.

Composición escrita en 1918 que figura en Poemas inéditos de juventud. Veinte años tenía el granadino.

El texto anterior figura en:

Miguel Ruiz Martínez, Miguel Hernández y Antoine de Saint-Exupéry. Vidas paralelas, obras perpendiculares, Orihuela, Fundación Cultural Miguel Hernández, 2022, pp. 17-18.

Rafael Alberti, al parecer en 1942, el año en que murió Miguel Hernández, hace 81 años, escribió “Égloga fúnebre a tres voces y un toro para la muerte lenta de un poeta”, dedicada a Miguel Hernández. Este poema figura en Rafael Alberti, Poemas del destierro y de la espera.

Empieza la égloga. Todo sucede «junto a un lento río / donde flota la vida de la muerte». La tierra por la que pasa es «garganta solamente» que traga «la muerte de la vida». Un río que va crecido si la vida baja, «si la muerte crece.»

Una especie de soneto de rima libre comienza «En el principio eran las alas» y termina «pero también, en el principio, la alegría.» La respuesta de las tres voces:

Machado: «Yo fui aprendiz de ruiseñor.»

Lorca: «Mi frente / lo fue de montes y cabalgaduras,»

Hernández: «Yo vine a ser, vine a nacer simiente, / bulbo, raíz, tirón para el arado.»

Machado: «Mi canto, estepa.»

Lorca: «El mío, escarpaduras.»

Hernández: «De tierra el mío, por desenterrado.»  

 

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