Ir al contenido principal

Ada Soriano y la soledad o Entre la mecedora y la luna


Ada Soriano y Principio y fin de la soledad o Entre la mecedora y la luna






Antonio Enrique, en el prólogo de Principio y fin de la soledad, 2011, anuncia que “los motivos de la poesía de Ada Soriano son la maternidad, el mar, la luna, los niños, los animales, la gente”. Yo añadiría que la mujer sobre todo. La luna, a fuerza de luz y de metáforas aparece con frecuencia a  lo largo del libro con distintas tonalidades a través de un paisaje que intuyo más bien nocturno. Una luna galáctica, por lo de ser reservorio de leche en varias de las composiciones. La escritora reflexiona a través del corazón, desde el leve y sistemático balanceo de su mecedora, a la que está hecho su cuerpo.

En el poema con que comienza la obra, que da nombre al conjunto, vemos como “la luna se recuesta | en la cumbre penumbrosa | en forma de balancín”. Una luna que se mece en un monte; y más adelante, avanzada la composición observa que “la luna ilumina mi huella en el camino | y me contengo en la penumbra”. Una luna que se mece vista desde un balancín abre el libro de la soledad. Y el último poema del conjunto es una ‘Oda a la mecedora’ en el que parece asomar, por fin, el final de la soledad.

            Y sigue, intermitentemente, la presencia de la luna. Las farolas “siembran lunas dispersas | en la rigidez del asfalto.” Y añora “la voz que se detiene, | el resplandor atenuado | como una luna suspendida | en la inmensidad del espacio. Dedica ‘Senectud’ a un anciano y le recuerda que cuando caminaba, tiempo atrás “Descendías a los cáñamos mojados, | sumergías tus piernas en el agua, | apretabas el cáñamo en el agua.” Y varios versos más adelante le ve los “pies cansados de tanta luna”. Quiero intuir en los renglones de la poeta la nostalgia, el recuerdo de un ser querido del entorno de la huerta de Orihuela.

En ‘Niña somalí’ Ada muestra su empatía con el dolor universal que supone la pobreza en general y en particular la pobreza infantil, al criticar la actitud del fotógrafo Kevin Carter, que hizo la fotografía de una niñita desnutrida en presencia de un buitre, en vez de ayudarla. Fotografía que recibió el premio Pulitzer. Desea la escritora que el cabello de la pequeña crezca y crezca y se pueda trenzar para pinchar la luna nocturna y “exprimir la grandiosa ubre del mundo.” Y piensa que la pobre niña piensa que “si explotara la luna, | si dejara llover su leche a cántaros, | alimentaría mi boca | y la de los que me acompañan.” El ‘Monólogo de una mujer’, dedicado a todas las mujeres que sufren malos tratos, está lleno de luz, pues “tras mi ventana asoma la luna | que reverbera en máxima plenitud.”

‘Sobre mí misma’, hacia el ecuador del libro, presenta otra vez el tema de la mecedora. Meciéndose en una “mecedora ágil” dice “Miro pues hacia arriba | y me encuentro con la noche | que llega de improviso | colgada de un carro de lunas.” Hermosa imagen la de la llegada de la noche colgada de un carro de lunas. Un carro de lunas. Como si se tratara de un carro cargado de melones de agua al anochecer que irrumpe, es ya tarde, por una vereda polvorienta de la huerta de de un verano del pasado. Y sigue apareciendo la luna.

Termina el poemario con la ‘Oda a la mecedora’, en que al amanecer se siente la escritora en plenitud, sentada y meciéndose con suavidad, rítmicamente. “Cuando amanece | los colores se despliegan, | los árboles se enderezan y yo, | sobre ti, me enderezo. | El sol acaricia el ocre de tu tela | y descubre tus contornos, | la elegancia de tu forma. | Sobre ti me balanceo | sobre tus curvas sinuosas | y la feminidad de tu ensamblaje.” Antes de cerrar el libro la autora, quizá suspirando, apunta el final de la soledad: “con el último balanceo | daré mi viaje por concluido.”

                       Miguel Ruiz, Orihuela, literatura y patrimonio




Comentarios

Entradas populares de este blog

UVAS, GRANADAS, DÁTILES

 Uvas, granadas, dátiles. La Huerta y Miguel Hernández   Uvas, granadas, dátiles, doradas, rojas, rojos, hierbabuena del alma, azafrán de los poros. Uvas como tu frente, uvas como tus ojos. Granadas con la herida de tu florido asombro, dátiles con tu esbelta ternura sin retorno, azafrán, hierbabuena llueves a grandes chorros sobre la mesa pobre, gastada, del otoño, muerto que te derramas, muerto que yo conozco, muerto frutal, caído con octubre en los hombros.   El 30 de octubre de este año, en pleno otoño frutal de la Huerta de Orihuela,   se cumple el 111 aniversario del nacimiento de Miguel Hernández. El natalicio tuvo lugar en una casa de la calle de San Juan, en aquellos tiempos muy cerca de la Huerta, junto al antiguo y secreto cauce de la Escorrata o acequia del Escorratel, esa vía de agua dulce que parte presurosa desde los Azudes, enamorada de su boquera de rosca, hacia los bancales halófilos y sedientos que siempre esperan la lleg

ORIHUELA. ITINERARIO DE MEMORIA DEMOCRÁTICA II

  ORIHUELA  ITINERARIO DE MEMORIA DEMOCRÁTICA II MIGUEL RUIZ MARTÍNEZ COMISIÓN CÍVICA DE ALICANTE PARA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA Introducción Durante la Guerra Civil se creó el Museo de Orihuela, que tuvo como objetivo la conservación del patrimonio artístico y cultural de la ciudad, consiguiendo salvar gran parte del legado de la destrucción y del expolio. Un museo del que es heredero el actual Museo Diocesano de Arte Sacro. Desde los primeros días de la rebelión militar, de la misma manera que lo hizo el Gobierno de la República, el Comité de Enlace Antifascista y el Ayuntamiento del Frente Popular trataron de preservar parte del acervo cultural oriolano, a través de su incautación, pese a lo arriesgado de la extraordinaria situación que se vivía. Era una enorme paradoja el hecho de que los defensores del orden legal republicano tratasen de preservar un legado de siglos, marcado tan profundamente por la huella de la Iglesia católica y la nobleza, tildadas de colaborad

MIGUEL HERNÁNDEZ Y ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY I

VIDAS PARALELAS, OBRAS PERPENDICULARES Este libro que el lector tiene en sus manos intenta ir, en parte, por el camino señalado por Plutarco, que tenía la ventaja, sobre otros historiadores, de que fue sacerdote de Apolo en Delfos, siendo el encargado de explicar los oráculos confusos con que respondían las Pitias a las preguntas de los mortales, equívocos quizá debidos a las emanaciones telúricas que respiraban las sibilas délficas en la gruta del santo trípode y el caldero mágico.  Interpretaciones las de Plutarco que no estaban reñidas con el Nosce te ipsum grabado en el pronaos del templo del dios titular del lugar.        Se trata de reflexionar sobre dos escritores –Miguel y Antoine- que coincidieron en el tiempo, en los temas, en la sensibilidad, en los trabajos. Los dos, de «buena índole y un ánimo inclinado al trabajo». Y enraizados en la virtud, entendida a lo clásico.              Este libro se ha ido gestando durante una década, la segunda de este siglo, a través de la