Día 7 de Junio, jueves
20:00 horas
Biblioteca Municipal María Moliner
Orihuela
Intervienen Miguel Ruiz y José Aledo
Los tres párrafos que siguen pertenecen a la monserga melancólica de la entrada del libro:
"y siguiendo el consejo sabio que te daban de pequeño, en las misas primeras, a la cinco de la madrugada, los ángeles grandes de los frescos de Albert, el pintor de la enorme bóveda de la iglesia de Santo Domingo, misterios del Rosario, atrévete a volar, atrévete a volar, chiquito, te atreves a escribir, que es como casi probar la fruta gustosa y por eso prohibida que desencadenó el pecado original, dulce veneno placentero, ya ves tú, hacer literatura, escribe, anda, tolle et lege, escribe, como llegó a decirte en más de una ocasión el de Lengua y Literatura, crea ex nihilo, ostres,
más que crear de la nada, es re-crearte para re-creer, a veces vives de nuevo, y vuelves a mirar en ese pozo sin fondo de la memoria, del desasosiego, cómo escuece el recuerdo por muchas aristas cortantes que el tiempo haya limado, vamos, venga, hombre, atrévete a volar, no temas significarte, hombre, sapere aude, como dejaron dicho el filósofo de Königsberg y unos cuantos más,
encomiéndate a la cara terrible que hay sosteniendo el pretencioso escudo de más de tahúlla y cuarta que campea en la esquina de la Casa del Pavo, a la cara heráldica tremenda que, en una mueca trágica, saca dos lenguas imposibles con que se relame la comisura de los labios eróticos, visaje con que miraba, mirada priapesca, a las chicas del Carmen que pasaban en calcetines blancos por delante de vosotros, camino de sus afanes de mujeres preparadas para el mañana que venía dulce, mañana que os ofrecía, recuerdas, patria, justicia y pan, de una manera inexorable,"
"y siguiendo el consejo sabio que te daban de pequeño, en las misas primeras, a la cinco de la madrugada, los ángeles grandes de los frescos de Albert, el pintor de la enorme bóveda de la iglesia de Santo Domingo, misterios del Rosario, atrévete a volar, atrévete a volar, chiquito, te atreves a escribir, que es como casi probar la fruta gustosa y por eso prohibida que desencadenó el pecado original, dulce veneno placentero, ya ves tú, hacer literatura, escribe, anda, tolle et lege, escribe, como llegó a decirte en más de una ocasión el de Lengua y Literatura, crea ex nihilo, ostres,
más que crear de la nada, es re-crearte para re-creer, a veces vives de nuevo, y vuelves a mirar en ese pozo sin fondo de la memoria, del desasosiego, cómo escuece el recuerdo por muchas aristas cortantes que el tiempo haya limado, vamos, venga, hombre, atrévete a volar, no temas significarte, hombre, sapere aude, como dejaron dicho el filósofo de Königsberg y unos cuantos más,
encomiéndate a la cara terrible que hay sosteniendo el pretencioso escudo de más de tahúlla y cuarta que campea en la esquina de la Casa del Pavo, a la cara heráldica tremenda que, en una mueca trágica, saca dos lenguas imposibles con que se relame la comisura de los labios eróticos, visaje con que miraba, mirada priapesca, a las chicas del Carmen que pasaban en calcetines blancos por delante de vosotros, camino de sus afanes de mujeres preparadas para el mañana que venía dulce, mañana que os ofrecía, recuerdas, patria, justicia y pan, de una manera inexorable,"
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