TU RISA ME HACE LIBRE
Tu risa me hace libre
“Tu risa me hace libre” es el ensayo número 27 de los que componen el libro Miguel Hernández y Antoine de Saint-Exupéry. Vidas paralelas, obras perpendiculares, del escritor Miguel Ruiz Martínez. Lo que sigue es la primera parte de ese capítulo.
La ilustración de este trabajo, pomos de azahares de un naranjo de un huerto de la Huerta de Orihuela, quiere asociar la risa de un tierno niño con la risa de estas flores, que suena ya por el aire de esta primavera, que marzo ya ha venido
La risa
aparece en varios poemas de Miguel Hernández. Pero donde la risa se muestra más
reluciente, donde relumbra más, es en las “Nanas de la cebolla”. Qué
perpendicular es esta risa a la risa del Principito. De las doce estrofas que
forman la composición, seis muestran expresamente la risa del tierno infante.
La risa del hijo. La risa del príncipe de la casa. La esperanza depositada
sobre un tierno mamón.
Pobreza
en la casa del pobre. Del pobre que está en la cárcel. La cebolla como materia
prima de la leche materna. Escarcha, parecida a la escarcha del cinco de enero,
víspera del día de Reyes. Escarcha, hambre, hielo, cuna, sangre, madre de
azúcar:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
cebolla y hambre.
Ea
la nana. Vienen cuatro estrofas subrayadas por la risa de un niño que es la
esperanza de sus padres. Versos de los más hermosos que se han escrito. Los
motivos de la risa para el niño. Ea la nana. El tema de la Galactotrofusa, tan
humano, de la Madonna Lactans, de la Virgen de la Leche. Pero quizá no convenga
sacar el tema de la Virgen madre –tan literario- en este poema tan humano.
Aunque tal vez se pudiera traer a colación el mito del nacimiento de la Vía
Láctea:
Una mujer morena
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Por favor, la risa en la cara del niñito, del jico. La risa en los ojos del niño. La luz del mundo en los ojos de una criatura. El género humano encarnado en un niño. La alondra está siempre cantando de amor:
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es la risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
La risa del hijo hace libre al
prisionero. Le quita de la soledad. Imagina el preso la risa del hijo, en tanto
que a él le caen lágrimas silenciosas. ¿Por qué le pusieron tanta cárcel? El
romance del prisionero, la risa del niño, las alas de la avecica que le cantaba
al albor:
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
La risa del hijo es la espada para su
victoria. Ea la nana, canta tras las rejas de la cárcel, meciendo el prisionero
la cuna que tiene forma de luna creciente. El niño en los brazos de la madre,
el niño en los brazos del padre. El niño vencerá con su amor a las flores, al
canto de las alondras, será su sol, su futuro. Todo:
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Sigue
pidiéndole al hijo que ría, que defienda la risa. Y el preso mira a su
alrededor. Las rejas, los muros, los cerrojos, el polvo. El hierro. Y vuelve
sus ojos a su etapa de niño, la niñez es la patria y la matria –que diría por
algún poema Manuel Molina- de todas las personas:
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
El tema del vuelo, tan caro al poeta,
que quiso volar tan alto, a lo Ícaro, más cerca del sol, se encarna en su hijo:
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
La tristeza en su encarcelamiento.
Tantas penas, sufrimientos, miedos, lejos de los suyos, los suyos lejos de él.
A su hijo ya le han salido cinco dientes de leche. Dientes blancos como la
leche. Con el blancor de los pétalos del azahar, del jazmín. Y cuando ríe, los
muestra:
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
De nuevo el tema del vuelo. Solo quien ama vuela. Ama la doble luna del pecho de la madre, vuela en esa doble luna que se derrama como un hilo en la boca del niño:
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Y las “Nanas de la cebolla” siguen en nuestros oídos cantadas por Joan Manuel Serrat, desde hace más de medio siglo. Serrat, un cantautor componente dels Setze Jutges, hijo adoptivo de Orihuela. Qué vigencia de la poesía de Miguel Hernández.
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