Miguel Hernández se inspiró en las riadas seculares que azotaron Orihuela y su Huerta para componer el poema central, el eje, de El rayo que no cesa.
Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.
(Continuará)
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